FICHA TÉCNICA
T. ORIGINAL: Summer Wars
AÑO: 2009
NACIONALIDAD: Japón
DIRECTOR: Mamoru Osoda
GUIÓN: Satoko Okureda
MUSICA:
REPARTO: Animación
PRODUCTORA: Mad House
GENERO: Animación.
WEB OFICIAL:
ARGUMENTO
Summer Wars está protagonizada por el joven Kenji Koise, gran amante de las matemáticas y la informática, que tras quedar eliminado a primeras de un concurso de matemáticas a principios de verano se verá con todo el verano por delante y sin nada que hacer. Hasta que la chica más popular del instituto, Natsuki Shinohara, le invitará a pasar las vacaciones a su pueblo con su familia. La razón es que pretende hacer pasar a Kenji por su novio debido a una promesa realizada a su bisabuela. Pero las cosas se complicarán al día después de la llegada de los jóvenes, y tendrán que enfrentarse a una fabulosa aventura en un mundo de fantasía junto al resto de la familia comandados por la abuela.
TRAILER
CRÍTICA
Puede que Mad House, productora de esta Summer Wars, no tenga el reconocimiento mediático de otras productoras de anime como Gainax o Ghibli, sin embargo hay que reconocerle que en los últimos 15 años nos ha regalado un puñado de joyas, algunas de ellas calificables como obras maestras, de la talla de Ninja Scroll, Vampire Hunter D: Bloodlust, Death Note, Monster, Chobits o todas las películas dirigidas por el gran Satoshi Kon.
En esta ocasión nos traen una película dirigida por Mamoru Hosoda, probablemente estigmatizado por el gran público debido a su participación como director de algunos capítulos de la terrorífica serie Digimon, que da el campanazo con una de las mejores películas proyectadas en el festival de Sitges.
Summer Wars nos narra la historia de Kenji Koise, estudiante de instituto, verdadero cerebro de las matemáticas y colaborador de la más grande red social jamás creada en internet. Una compañera suya le pide que pase unos días con su familia, donde descubre que debe hacerse pasar por novio de ella y ser aceptada por su abuela, una anciana de 90 años que le dará el visto bueno. A partir de ahí se sucederán una serie de situaciones que reflejarán la unión de esta peculiar familia y donde Kenji disfrutará de la sensación de lo que significa ser querido por alguien.
Lo cierto es que el argumento bien podría ser el de cualquier historia de amor plasmada en otros animes como Karekano, pero Hosoda no tiene ningún interés en convertir su producto en un convencionalismo más y nos regala una obra donde habla fundamentalmente de los valores familiares.
Valores familiares descritos con humor, con ternura y con pasión, alejado del sectarismo norteamericano, especialmente cercano a la singularidad japonesa, pero cuyas ideas perfectamente podrían ser universales, ideas plasmadas a través de una comedia coral donde lo que menos prevalece es la acción, que la hay, dentro de un mundo virtual, y donde a través de los peculiares personajes de la familia de Natsuki, descubrimos todo un mundo vitalista y revitalizador que sintetiza con valentía los esquemas de cualquier familia humana. Una familia donde hasta el personaje más secundario tiene su importancia, y que denota el buen hacer del realizador, al perfilar meticulosamente y de manera asombrosa cada uno de los caracteres que se presentan a lo largo de la película.
Quizás el punto negativo del filme sea su excesivo metraje, casi dos horas para contar una historia a la que le sobraban veinte minutos, o incluso todos los segmentos relativos a la red social virtual, pero hemos de admitir que esa es la clave de la película para entender la idiosincrasia de los Shinohara, y sin ella, probablemente la película tuviese que buscar otro macguffin que nos permitiera alcanzar la premisa fundamental del filme: La familia unida jamás será vencida.
Además, es reseñable como el contraste entre tecnología punta y ambientes rurales en casa de la matriarca se diluye de tal manera que parece que Kenji está inmerso en un mundo onírico del cual no puede escapar. Este contraste se convierte en otro de los puntales de la historia, ante la dificultad del personaje inicial de encajar en un grupo parcialmente anclado en sus tradiciones más ancestrales, tradiciones que algunos personajes no dejan de repetir a lo largo del filme.
Por lo demás la película no deja de ser un viaje iniciático del protagonista principal. El viaje hacia la madurez, que tan difícil resulta reflejar, es brillantemente descrito a través de las secuencias de enorme belleza y solidez que el autor nos presenta. Debemos estar pendientes a cada detalle que se sucede a lo largo de la historia para darnos cuenta de que estamos ante una de esas películas con enorme potencial de culto, porque son los detalles en esa microscópica biosfera los que convierten este pequeño dulces para los sentidos, en una gran película. Olvidaos de Akira y similares, Summer Wars tiene más en común con Ghibli que con la propia Mad House, y eso desde luego es un punto a su favor, cualquiera diría que ha sido dirigida por Miyazaki o Takahata.
En esta ocasión nos traen una película dirigida por Mamoru Hosoda, probablemente estigmatizado por el gran público debido a su participación como director de algunos capítulos de la terrorífica serie Digimon, que da el campanazo con una de las mejores películas proyectadas en el festival de Sitges.
Summer Wars nos narra la historia de Kenji Koise, estudiante de instituto, verdadero cerebro de las matemáticas y colaborador de la más grande red social jamás creada en internet. Una compañera suya le pide que pase unos días con su familia, donde descubre que debe hacerse pasar por novio de ella y ser aceptada por su abuela, una anciana de 90 años que le dará el visto bueno. A partir de ahí se sucederán una serie de situaciones que reflejarán la unión de esta peculiar familia y donde Kenji disfrutará de la sensación de lo que significa ser querido por alguien.
Lo cierto es que el argumento bien podría ser el de cualquier historia de amor plasmada en otros animes como Karekano, pero Hosoda no tiene ningún interés en convertir su producto en un convencionalismo más y nos regala una obra donde habla fundamentalmente de los valores familiares.
Valores familiares descritos con humor, con ternura y con pasión, alejado del sectarismo norteamericano, especialmente cercano a la singularidad japonesa, pero cuyas ideas perfectamente podrían ser universales, ideas plasmadas a través de una comedia coral donde lo que menos prevalece es la acción, que la hay, dentro de un mundo virtual, y donde a través de los peculiares personajes de la familia de Natsuki, descubrimos todo un mundo vitalista y revitalizador que sintetiza con valentía los esquemas de cualquier familia humana. Una familia donde hasta el personaje más secundario tiene su importancia, y que denota el buen hacer del realizador, al perfilar meticulosamente y de manera asombrosa cada uno de los caracteres que se presentan a lo largo de la película.
Quizás el punto negativo del filme sea su excesivo metraje, casi dos horas para contar una historia a la que le sobraban veinte minutos, o incluso todos los segmentos relativos a la red social virtual, pero hemos de admitir que esa es la clave de la película para entender la idiosincrasia de los Shinohara, y sin ella, probablemente la película tuviese que buscar otro macguffin que nos permitiera alcanzar la premisa fundamental del filme: La familia unida jamás será vencida.
Además, es reseñable como el contraste entre tecnología punta y ambientes rurales en casa de la matriarca se diluye de tal manera que parece que Kenji está inmerso en un mundo onírico del cual no puede escapar. Este contraste se convierte en otro de los puntales de la historia, ante la dificultad del personaje inicial de encajar en un grupo parcialmente anclado en sus tradiciones más ancestrales, tradiciones que algunos personajes no dejan de repetir a lo largo del filme.
Por lo demás la película no deja de ser un viaje iniciático del protagonista principal. El viaje hacia la madurez, que tan difícil resulta reflejar, es brillantemente descrito a través de las secuencias de enorme belleza y solidez que el autor nos presenta. Debemos estar pendientes a cada detalle que se sucede a lo largo de la historia para darnos cuenta de que estamos ante una de esas películas con enorme potencial de culto, porque son los detalles en esa microscópica biosfera los que convierten este pequeño dulces para los sentidos, en una gran película. Olvidaos de Akira y similares, Summer Wars tiene más en común con Ghibli que con la propia Mad House, y eso desde luego es un punto a su favor, cualquiera diría que ha sido dirigida por Miyazaki o Takahata.
Javier Moreno
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