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2 de noviembre de 2009

Crítica: Moon Yo, yo mismo y Selene

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FICHA TÉCNICA

T. ORIGINAL: Moon
AÑO: 2009
NACIONALIDAD: EEUU
DIRECTOR: Duncan Jones
GUIÓN: Duncan Jones, Nathan Parker
MUSICA: Clint Mansell
REPARTO: Sam Rockwell, Kaya Scodelario, Matt Berry, Malcolm Stewart, Benedict Wong, Dominique McElligott, Robin Chalk, Kevin Spacey
PRODUCTORA: Sony Pictures Classics / Liberty Films UK
GENERO: Ciencia-Ficción
WEB OFICIAL:




ARGUMENTO


Moon está ambientada en un futuro no muy lejano, y nos presenta a un astronauta (Sam Rockwell) que se encuentra aislado en la luna durante un periodo de 3 años en una excavación minera. Su contrato está a punto de finalizar, pero algo empieza a ir mal y descubrirá un terrible secreto que le concierne.



TRAILER


CRÍTICA



Desde siempre el ser humano, por su condición, valga la redundancia, humana se haya planteado el origen de su existencia y el sentido de la misma, el fin último y sus designios, ya fuera de creencias ideológicas, filosóficas o religiosas. En este primer largometraje del realizador británico Duncan Jones, hijo del prolífico artista David Bowie, se plantea básicamente esa misma cuestión, la de la existencia del ser y su devenir, el enfrentamiento con tal pregunta y su demoledora respuesta en el aislado escenario de una estación minera ubicada en la luna en un futuro no tan lejano, que pone aún más de manifiesto la soledad universal del individuo.


Sam Bell es un trabajador que ve transcurrir sus días en su confinamiento en una de las plantas mineras que Lunar Industries mantiene ubicada en el satélite lunar. Como única compañía cuenta con Gerty, un mecanismo robótico que se ha convertido en su único amigo en Sarang (nombre de la planta, "Amor" en coreano) y que vela por él en todo momento. Pero la excitación de Sam va en aumento, su contrato de tres años en la estación está próximo a su fin, podrá volver a la Tierra y reencontrarse con su esposa y su pequeña de casi tres años de edad, con las que mantiene un precario contacto a base de vídeos pregrabados, ya que las comunicaciones están restringidas a su uso en diferido. Pero días antes, en un reconocimiento rutinario a la explotación de Helio-3 sufre un accidente, despertando horas después aturdido en la enfermería, desorientado, torpe. No conforme con las explicaciones de Gerty y escuchando lo que parece una comunicación en directo con los responsables de la compañía, finge una falsa emergencia para abandonar la planta y encaminarse al lugar del accidente, donde encuentra en el vehículo siniestrado y en su interior la impactante e increíble realidad, realidad que cambiará todos sus esquemas, una verdad que acabará con todo su mundo y lo que creía conocer...


Narrada con un ritmo pausado e intimista, esta parábola con tintes de ciencia-ficción clásicos (se respira Alien, 2001, Solaris en cada uno de sus decorados, en sus diseños, en su desolación, su tristeza) está confeccionada a mayor gloria de su protagonista, un Sam Rockwell en una doble (o múltiple) interpretación que conmueve en momentos, angustia en otros, pero que da una auténtica lección de contención y minimalismo en su trabajo, haciendo buena la máxima de "menos es más", un Rockwell casi recién llegado de los textos de Palahniuk en Asfixia, allí con una razón existencial esencial y básica, su adición al sexo; aquí con otra búsqueda, la de su yo individual, la de su propósito, la de su fin. La alienación que supone descubrir su papel, mero engranaje industrial que ya adelantó Chaplin con su genial Tiempos Modernos, se une a su fundamental mensaje humanista, un mensaje de amor, ya que nuestro protagonista vive por amor, por el amor de una familia que anhela, por unos recuerdos que le aguardan, recuerdos que comienzan siendo su esperanza para convertirse en su tormento, en el tormento de una mentira de bienestar inteligentemente urdida por la Corporación, ese Gran Hermano (en clara referencia al 1984 de Orwell) que controla sus actos, su vida, una vida efímera y cronometrada, una existencia con fecha de caducidad al igual que la del Roy Baty de Blade Runner, existencia que será finalmente salvaguardada por el menos sospechado, el elemento menos humano y carente de humanidad de esta historia, el robótico Gerty (con voz de Kevin Spacey en el original), en oposición a la deshumanización del elemento empresarial, claro que, friamente analizando, Gerty obedece a una mala programación ya que, no nos engañemos, sus órdenes son proteger a Sam, todo lo demás son consideraciones de nuestra todavía humanamente sensible condición...

Una hermosa parábola de lo que es la vida, la esperanza del mañana, la alegría de estar vivos, la eterna pregunta del devenir de nuestro gran viaje: de dónde venimos, hacia donde nos dirijimos... Todo eso y mucho más en Moon. Y no esperéis más, id a verla.

Pedro García

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