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27 de septiembre de 2009

Editorial: La historia interminable Un artículo de opinión de Javier Moreno sobre los remakes





Hace pocos días informábamos desde estas páginas la posibilidad de que si el reestreno de Toy Story en 3D, que podrá verse en el festival de Sitges, tenía éxito, las productoras se lanzaran en masa a reestrenar algunas de sus películas más proclives a hacer caja con este revolucionario sistema, y avanzábamos dos títulos: Terminator 2 y Titanic, ambos de James Cameron.

No me cabe ninguna duda, que esta noticia traerá cola, y que muchos críticos y espectadores cargarán nuevamente sus tintas contra la actual moda norteamericana de sacar beneficio de debajo de las piedras. Es más, yo soy el primero en criticar esta actitud por parte de las majors hollywoodienses… y voy a ser el primero en criticar mi propia actitud y la de mis compañeros por criticar este modelo de negocio.

¿Y porque no criticarlo?, pensarán muchos. Bien, si hacemos memoria, desde su propia concepción, el cine no dejó de ser un negocio en el que unos cuantos artistas se refugiaron para dar salida a sus ideas, inquietudes y reflexiones, artistas que no dudaron en su etapa primigenia en mejorar sus propias obras mediante remakes y más remakes. No debemos olvidar que directores tan legendarios como Alfred Hitchcock o Cecil B. DeMille, tras su paso por el cine mudo, rescataron algunas de sus obras, mejorándolas considerablemente con la aparición tanto del sonido como del technicolor, así, me viene a la memoria por ejemplo Los 10 Mandamientos de DeMille, de la cual, en el reciente dvd editado, encontramos dos versiones de la película, la primera cuando el audio era inexistente y la segunda que acabó siendo tan reconocida universalmente. Y sin embargo no leo críticas hacia estas actitudes de los maestros del cine. Y me pregunto… ¿Por qué?, ¿Son intocables?.

Realmente no tengo respuesta para las dos últimas preguntas, aunque me gustaría creer que se debe fundamentalmente a que quizás no estamos tan en contra de ello si el producto final mejora lo anteriormente realizado. El problema con el que nos encontramos aquí sin embargo, es la tendencia mitomaníaca a creer que el material original siempre es mejor que su posterior versión, pero estaríamos cayendo en una falsa realidad, porque ejemplos de películas superiores a su original tenemos, y no son pocos. Me vienen a la cabeza por ejemplo La Cosa de John Carpenter, la propia Los 10 Mandamientos tan citada en este texto o la interesante (aunque no superior) Amanecer de los Muertos de Zack Snyder.

Pero más allá de evaluar la calidad del producto final, debemos comprender, debo comprender, que en un sistema globalizado y capitalista como el actual, donde el dinero es la base que sustenta la sociedad del bienestar que tanto predican políticos y economistas, cualquier modelo económico que dé sus beneficios debe ser llevado a cabo. Y partiendo de la base de que el cine norteamericano se fundamenta (no hablo del cine europeo y sus ingentes subvenciones para sufragar gastos) en inversiones privadas, no debe hacer que nos llevemos las manos a la cabeza ante estas prácticas, discutibles, por supuesto, que artísticamente pueden matar al cine, desde luego, pero que son perfectamente validas y deben ser aceptadas nos gusten o no.

En el caso de la próxima moda de los 3D, nos guste o no, va a ser la dinámica de los próximos años, y tiene mucha lógica, si el negocio funciona… ¿Por qué no?. Si tuviéramos una empresa, y tuviéramos un producto de éxito… ¿no intentaríamos explotarlo al máximo para sacarle todo el beneficio económico posible?, estoy convencido que el 95% de los lectores de este texto lo harían, porque al final, el euro (o el dólar) es el euro.

Además, no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras, si este tipo de modas se imponen es porque existe una demanda en el mercado que fomenta el uso de estas prácticas. Si en lugar de ir al cine a ver el último remake de La Ultima Casa a la Izquierda, nos dedicáramos a pagar por ver la última obra de por ejemplo, Naomi Kawase, la dinámica se rompería, porque en un mercado de oferta y demanda, es la demanda la que crea la oferta, y si la oferta hace crecer la demanda, la oferta seguirá siendo la misma.

Por tanto, más que criticar el sistema, deberíamos hacer un poco de autocrítica y pensar… ¿Por qué seguimos demandando productos similares?, porque en el fondo, tan culpables son las productoras como el espectador, que está dispuesto a aceptar las reglas de este juego, convirtiéndolo en una historia interminable, al menos hasta que el espectador (porque en el fondo, los críticos también somos espectadores)rompa con ello y demande productos originales y diferentes. Pero esto lleva sucediendo desde 1896, y seguirá sucediendo mientras el espectador siga siendo tan condescendiente. Así que menos criticar las actitudes de las multinacionales y demandemos todos juntos una ruptura del modelo existente, solo así este proceso cíclico verá su fin.


Javier Moreno

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