Es cuando menos curioso que en las entrevistas realizadas tanto a los chicos de Riot Cinema Collective como a los realizadores de La Victoria de Úrsula, se ponga en duda la existencia de una industria española amparándose en el formato de subvención existente.
Y quizás, tengan razón. Quizás debamos replantearnos el concepto del cine en España y hablar claramente de un corporativismo dictatorial en el sector patrio. Sí, corporativismo dictatorial.
Resulta cuando menos extraño que año tras año tengamos que escuchar la misma cantinela de siempre: El cine español está en crisis, mientras que un puñado de directores, ya sea dentro del largometraje o dentro del cortometraje, tienen un éxito arrollador no solo fuera de nuestras fronteras sino también entre el público español. Pero más extraño es que esos mismos directores, que son en el fondo los que ofrecen una alternativa realmente solida al estándar cinematográfico nacional y los que permiten que este modelo chovinista y retrogrado no se hunda definitivamente, son los despreciados por sus semejantes dentro del sector. ¿Y qué es lo que sucede en estos casos?, pues lo que está sucediendo con gente como Luis Berdejo, Juan Carlos Fresnadillo, Nacho Vigalondo o los hermanos Pastor: Son absorbidos por Hollywood que les permiten hacer las películas que quieren dentro de las delimitaciones establecidas por los grandes estudios.
Después llegan los lamentos de cocodrilo de las vacas sagradas y la moda de sumarse a un éxito que no les pertenece. Y hablan del cine español como una de las grandes potencias mundiales cuando no deja de ser una manzana podrida comandada por una serie de individuos en la sombra cuya calidad como realizadores / productores / actores queda en duda.
¿Crisis en la industria española?, siempre fui partidario de las palabras de José Sacristán cuando en una entrevista dijo que el cine español lleva en crisis desde su nacimiento, pero si lo analizo fríamente, me voy cuenta de que no existe crisis porque no existe industria, porque una industria se fundamenta en la inversión privada, no en un modelo de negocio basado en las subvenciones derivadas de los impuestos de los ciudadanos, una inversión a fondo perdido con la excusa de proteger un patrimonio cultural de dudosa calidad. No, no voy a soltar la misma basura que muchos otros, el cine español no es malo, no tan malo como otros cines foráneos, pero el modelo de financiación del ministerio de cultura es una trampa que debe ser remodelada de arriba abajo.
He comentado varias veces con mi amiga Mary Carmen Rodríguez de Las Horas Perdidas, que el verdadero modelo a seguir debería ser el modelo francés. Creo que no somos los únicos que pensamos en esa alternativa para sacar adelante el cine español, pero analizando las entrevistas realizadas, lo que hace falta también es quitar de los altos poderes a esos gusanos que dirigen esta dictadura encubierta dentro del cine español, porque señores, el modelo no funciona no solo por culpa de las autoridades políticas que buscan asegurarse el beneplácito de los artistas cada 4 años, sino porque aquellos que dirigen esta corporación limitada, no quieren que los nuevos realizadores, los jóvenes con ideas que pueden llevar al cine a los espectadores (como han demostrado Jaume Balagueró y Paco Plaza) salgan adelante, porque si salen adelante económicamente en las salas de cine, todas las mentiras que durante años llevan vendiéndonos se van a bajo, y si esas mentiras, las mentiras de esa crisis de la que parece no quieren salir, se vienen abajo, el modelo de subvención, un jugoso caramelo del cual vivir a costa del contribuyente, junto a ese nuevo negocio llamado SGAE deja de tener validez. Es decir, la dictadura pasaría a convertirse en una verdadera industria, y si el cine español consigue convertirse en industria… ¿Qué les queda?, adiós subvenciones, hola trabajo de calidad. Pero claro, siempre es más fácil ver como el gobierno te ingresa un cheque en la cuenta corriente mientras vomitas en un ordenador la primera tontería que se te pasa por la cabeza sin importarte un carajo la recaudación de tu película, porque la inversión realizada ya ha sido recuperada gracias al ministerio de cultura, y el resto, son beneficios económicos para los autores del filme. Menudo negociazo. ¡Quien no quiere vivir así!
Me gustaría creer que esto va a cambiar a medio plazo, pero lo veo difícil, lo veo difícil mientras la condescendencia siga predominando por parte de todos los sectores, incluida la prensa cinematográfica comercial, nosotros por nuestra parte no caeremos en ello. Defendemos el cine español, pero no vamos a defender las formas con las que estos dictadores lo ejecutan, ya es hora de cambiar esta situación, y está en manos de los jóvenes realizadores y la prensa especializada que no cobra ni un duro por su trabajo, aquella que está libre de los acuerdos comerciales con las productoras, aquella que no juega al juego que ellos plantean. Es hora de actuar, de plantarse, el cine español precisa de una revolución urgente. ¿Por qué no empezarla ya?.
Y quizás, tengan razón. Quizás debamos replantearnos el concepto del cine en España y hablar claramente de un corporativismo dictatorial en el sector patrio. Sí, corporativismo dictatorial.
Resulta cuando menos extraño que año tras año tengamos que escuchar la misma cantinela de siempre: El cine español está en crisis, mientras que un puñado de directores, ya sea dentro del largometraje o dentro del cortometraje, tienen un éxito arrollador no solo fuera de nuestras fronteras sino también entre el público español. Pero más extraño es que esos mismos directores, que son en el fondo los que ofrecen una alternativa realmente solida al estándar cinematográfico nacional y los que permiten que este modelo chovinista y retrogrado no se hunda definitivamente, son los despreciados por sus semejantes dentro del sector. ¿Y qué es lo que sucede en estos casos?, pues lo que está sucediendo con gente como Luis Berdejo, Juan Carlos Fresnadillo, Nacho Vigalondo o los hermanos Pastor: Son absorbidos por Hollywood que les permiten hacer las películas que quieren dentro de las delimitaciones establecidas por los grandes estudios.
Después llegan los lamentos de cocodrilo de las vacas sagradas y la moda de sumarse a un éxito que no les pertenece. Y hablan del cine español como una de las grandes potencias mundiales cuando no deja de ser una manzana podrida comandada por una serie de individuos en la sombra cuya calidad como realizadores / productores / actores queda en duda.
¿Crisis en la industria española?, siempre fui partidario de las palabras de José Sacristán cuando en una entrevista dijo que el cine español lleva en crisis desde su nacimiento, pero si lo analizo fríamente, me voy cuenta de que no existe crisis porque no existe industria, porque una industria se fundamenta en la inversión privada, no en un modelo de negocio basado en las subvenciones derivadas de los impuestos de los ciudadanos, una inversión a fondo perdido con la excusa de proteger un patrimonio cultural de dudosa calidad. No, no voy a soltar la misma basura que muchos otros, el cine español no es malo, no tan malo como otros cines foráneos, pero el modelo de financiación del ministerio de cultura es una trampa que debe ser remodelada de arriba abajo.
He comentado varias veces con mi amiga Mary Carmen Rodríguez de Las Horas Perdidas, que el verdadero modelo a seguir debería ser el modelo francés. Creo que no somos los únicos que pensamos en esa alternativa para sacar adelante el cine español, pero analizando las entrevistas realizadas, lo que hace falta también es quitar de los altos poderes a esos gusanos que dirigen esta dictadura encubierta dentro del cine español, porque señores, el modelo no funciona no solo por culpa de las autoridades políticas que buscan asegurarse el beneplácito de los artistas cada 4 años, sino porque aquellos que dirigen esta corporación limitada, no quieren que los nuevos realizadores, los jóvenes con ideas que pueden llevar al cine a los espectadores (como han demostrado Jaume Balagueró y Paco Plaza) salgan adelante, porque si salen adelante económicamente en las salas de cine, todas las mentiras que durante años llevan vendiéndonos se van a bajo, y si esas mentiras, las mentiras de esa crisis de la que parece no quieren salir, se vienen abajo, el modelo de subvención, un jugoso caramelo del cual vivir a costa del contribuyente, junto a ese nuevo negocio llamado SGAE deja de tener validez. Es decir, la dictadura pasaría a convertirse en una verdadera industria, y si el cine español consigue convertirse en industria… ¿Qué les queda?, adiós subvenciones, hola trabajo de calidad. Pero claro, siempre es más fácil ver como el gobierno te ingresa un cheque en la cuenta corriente mientras vomitas en un ordenador la primera tontería que se te pasa por la cabeza sin importarte un carajo la recaudación de tu película, porque la inversión realizada ya ha sido recuperada gracias al ministerio de cultura, y el resto, son beneficios económicos para los autores del filme. Menudo negociazo. ¡Quien no quiere vivir así!
Me gustaría creer que esto va a cambiar a medio plazo, pero lo veo difícil, lo veo difícil mientras la condescendencia siga predominando por parte de todos los sectores, incluida la prensa cinematográfica comercial, nosotros por nuestra parte no caeremos en ello. Defendemos el cine español, pero no vamos a defender las formas con las que estos dictadores lo ejecutan, ya es hora de cambiar esta situación, y está en manos de los jóvenes realizadores y la prensa especializada que no cobra ni un duro por su trabajo, aquella que está libre de los acuerdos comerciales con las productoras, aquella que no juega al juego que ellos plantean. Es hora de actuar, de plantarse, el cine español precisa de una revolución urgente. ¿Por qué no empezarla ya?.
Javier Moreno
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