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31 de octubre de 2009

Cult Movie: La Noche de Halloween Ideal para un día como hoy

Diez años después de que George A. Romero revolucionara el género de terror con La Noche de los Muertos Vivientes, un novato llamado John Carpenter, que venía de triunfar con su puesta al día de Rio Bravo de Howard Hawks en Asalto a la Comisaría del Distrito 13, aterrorizaba a las audiencias de medio mundo y definía el slasher con La Noche de Halloween. 31 años después, en pleno 31 de Octubre (curioso paralelismo), está considerada como una de las grandes obras maestras del cine.

Es por ello, que en un día como hoy, revisitamos una de las obras maestras del realizador, una película a visitar una y otra vez en este festivo anglosajón, película de culto por excelencia que sigue tan vigente como siempre y cuyo reciente remake a manos de Rob Zombie, no hace más que engrandecer ese aura de monstruo magistral que arrastra desde entonces, porque en 1978, John Carpenter, reescribió el cine de terror, y lo hizo de tal manera que ni el mismo es consciente del impacto que tuvo en generaciones venideras. Acompañadnos en esta Noche de Halloween.

La Noche de Halloween: El monstruo interior


“No se fie de ese ser”

En la noche de Halloween de 1963, un terrible crimen azota la pequeña y tranquila localidad de Haddonfield. El pequeño Michael Myers, ataviado con un disfraz de payaso y un cuchillo, asesina con crueldad a su hermana Judith Myers. Nunca se supieron sus motivaciones.


15 años después, el Dr. Loomis, que lleva desde entonces el caso de Michael Myers, conduce con una enfermera al psiquiátrico donde el asesino se encuentra recluido. Es un día de profusa lluvia, y en mitad de la carretera descubren que algunos enfermos están sueltos. Loomis se baja del coche y la enfermera es atacada por Myers, que logra echarla del interior, coger el coche y huir. Loomis sabe a dónde se dirige el monstruo y decide seguirle.

Mientras tanto, en Haddonfield, ajenos a los hechos que van a suceder, Laurie Strode se encuentra con Tommie, el niño al que esa noche va a cuidar. Mientras caminan por las desiertas calles de la población, pasan por delante de la casa de los Myers donde Laurie deja la llave de ese hogar, porque su padre, asesor inmobiliario, está a punto de venderla. Tommie le advierte de que no se acerque, porque allí reside el hombre del saco, pero Laurie no le hace caso, y desde la ventana, es observada con odio por alguien.

Laurie llega a clase y desde la ventana observa que alguien la está mirando, gira dos veces la cabeza y ve que ha desaparecido. Michael ha comenzado a acosarla.

Tommy por su parte, cuando sale de clase, es insultado y golpeado por sus compañeros sin saber que Myers también le sigue a él.

“Ha vuelto a casa”


Loomis, en su viaje a Haddonfield, detiene su coche frente a una cabina y pide refuerzos. A lo lejos ve una camioneta abandonada y se acerca, allí descubre las ropas del psiquiátrico de Michael ajeno al hecho de que a pocos metros, hay un hombre muerto tirado entre los arbustos.

Mientras tanto, Laurie camina a casa junto a dos de sus amigas: Annie y Linda, y se percata que Michael las sigue. Sus amigas creen que está loca cuando se lo dice, pero cuando llega a casa y ve desde la ventana nuevamente a ese individuo, el terror comienza a apoderarse de ella y la inquietud le arrebata la tranquilidad.

Tras echarse un rato en la cama, Laurie sale de casa a la espera de que Annie la recoja, para ir a cuidar a los dos niños esa noche. Los más pequeños del pueblo comienzan a salir de sus hogares para hacer el ritual del truco o trato.

Loomis por su lado, llega al cementerio de la población para buscar la tumba de Judith Myers, pero esta ha desaparecido. Decide dirigirse junto al sheriff local, al que le cuenta todo, al hogar de Myers con la esperanza de encontrarlo allí, pero Michael no se encuentra. El sheriff decide irse mientras que Loomis decide quedarse allí, porque sabe que Michael tarde o temprano volverá a su hogar.
“Lo que había tras los ojos de ese niño era simple y pura maldad”


Es de noche y Laurie, en casa de Tommie, recibe una llamada de Annie. El perro de la casa donde se encuentra Annie comienza a ladrar, Tommie ve a través de la ventana que Michael está fuera de la casa, se lo dice a Laurie, pero ella no ve nada. Myers comienza a acechar a Annie, y cuando el perro localiza a Myers y comienza a ladrar, el asesino lo mata.

Tras colgar el teléfono, Annie se dirige al cuarto de la lavadora, y allí es encerrada por Michael, que tiene intención de matarla, pero no lo consigue al llegar antes la niña de la que cuida Annie, que la libera.

Annie decide llevar a la niña con Laurie, porque ha quedado con un chico. Después de dejarla con ella, Annie se monta en el coche, pero en la parte de atrás está Michael, que la mata.

Tommie vuelve a ver por la ventana a Michael, esta vez llevando el cadáver de Annie, pero una vez más, Laurie no le hace caso.

Mientras tanto, Linda y su novio llegan a la casa donde está Annie y Myers comienza a acecharlos. No hay nadie en el interior y deciden subir al cuarto de arriba a hacer el amor. Tras ello, el chico baja a por una cerveza donde es asesinado. Myers sube al piso de arriba y mientras Linda intenta hablar con Laurie por teléfono, es ahogada con el cable por Michael.

Loomis, cansado de esperar, descubre el coche robado y comienza a correr por las calles de Haddonfield buscando al asesino.

Laurie en cambio se dirige a la otra casa inquieta. Solo descubre una entrada. Todo está en silencio, llama a Annie y a Linda pero no recibe respuesta por parte de ninguna. Sube al piso de arriba y se encuentra con el cadáver de Annie a los pies de la lapida de Judith Myers, aterrorizada, los otros dos cadáveres hacen aparición. Laurie intenta huir de esa casa y Michael empieza a perseguirla. Cuando consigue salir al exterior, pide ayuda, pero nadie la escucha.


Vuelve al hogar de Tommie, intenta llamar a la policía, pero no hay línea. Michael entra dentro de la casa, Laurie coge una aguja de hacer punto y se la clava en el cuello, Michael cae al suelo, pero no está muerto. Busca a los dos niños, aparece de nuevo Michael, oculta a los niños y se encierra en un armario. Michael la descubre y ella coge una percha y se la clava en el ojo, el cuchillo de Michael cae y Laurie aprovecha para asestarle una puñalada en el estomago y salir del armario. Michael ha vuelto a caer al suelo, pero la pesadilla no habrá terminado.


Obliga a los niños a salir fuera para que pidan ayuda, Loomis ve a los niños salir y descubre donde está Michael. Justo en el momento en el que intenta ahogar a Laurie, Michael recibe varios balazos de Loomis y cae desde la terraza del segundo piso. Loomis se acerca a la terraza y descubre con pavor que el cuerpo de Myers no está, ha escapado, y por su mirada sabemos, que tendrá que perseguirle hasta acabar con él.

El mal habita entre nosotros

Nadie en su sano juicio cuestionaría a estas alturas que la película de Carpenter es una obra maestra mayúscula. Lo que sí es cuestionable son los motivos que convierten a La Noche de Halloween en una obra tan diferente a sus coetáneas carnicerías de serial killer y víctimas con nula representación cerebral en su interior.

Porque es evidente que a pesar de ser la película mitocondrial del subgénero, pocas películas han sido capaces de acercarse a la grandeza que atesora esta obra, que va mas allá de ser una obra acerca de un tipo que se pone una máscara y empieza a matar jovencitos siguiendo un criterio más o menos selectivo.

Más allá de esas secuencias panorámicas con las que Carpenter nos describe un Haddonfield tan desolado como fantasmal e incluso irreal, convirtiéndolo en el segundo gran personaje de la historia junto a Myers, más allá de su mitológica banda sonora, convertida por derecho propio en icónica del género, más allá de su vigencia como espectáculo de terror, La Noche de Halloween permanece tan vigente desde el primer día por su certero y secular análisis del mal.


Y es que, a diferencia de los Jason Vorhees, Freddy Krueger y demás fauna psicopática del celuloide, Michael Myers, al menos en esta primera película, no es solo un asesino en serie del montón, es el mal que llevamos en nuestro interior.

La secuencia con la que abre el filme es toda una declaración de intenciones. Narrarla de manera subjetiva, a través de los ojos del asesino, siendo nosotros participes directos del crimen, estando en primera línea, y no observándolo desde la distancia, nos implica emocionalmente con el criminal y deja a las claras que ese asesino fantasmal, ese niño que todos llevamos dentro, puede ser al mismo tiempo un criminal visceral si las circunstancias acompañan. Cierto es que en ningún momento conocemos las motivaciones de Myers para matar, pero pensemos por un momento si Carpenter no lo hizo a propósito para dejar bien claro que el mal no necesita un motivo para matar, que la cualidad principal del crimen es que la excusa es simplemente eso, una excusa, y que el bien y el mal, que habitan en nosotros, son parte de nuestra herencia animal pasada y puede salir a relucir en cualquier momento, siendo el ser humano un criminal en potencia. ¿Podría ser esa la intencionalidad del autor?, ¿definir al ser humano como un ser malvado por naturaleza mediante la creación de Michael Myers?. Una definición de la humanidad a todas luces discutible que probablemente ocasionaría más de un debate en cualquier clase de filosofía, pero un excelente debate en cualquier caso el que presenta el maestro. No solo eso, sino que la idea de otorgarle una máscara blanca, más allá de la casualidad que narran de la preproducción, con sus facciones humanas, le convierten en un asesino tan anónimo como identificable, identificable con el propio espectador, porque el impoluto y sesgado rostro que representa la máscara, es una fiel parábola del asesino anónimo, aquel que todos llevamos dentro, que desconocemos, y que ocultamos tras esa mascara tan indefinida pero que al mismo tiempo resulta tan aterradora y espeluznante.

Aún más, la idea de que Michael Myers no muera a pesar de los disparos que recibe, a pesar de las puñaladas y las caídas, ejemplifican claramente que el mal nunca muere. El mal como concepto global, como concepto abstracto que representa, siempre estará ahí, dispuesto a acechar en el momento menos oportuno. Es por ello, que ese final, acertado en toda su amplitud, más allá de los deseos del productor de convertirse en carne de secuela, refleja con claridad pasmosa la idea de que el mal siempre ha estado ahí, siempre estará ahí y siempre puede tomarse un descanso para volver posteriormente.


Considero plenamente circunstancial ambientar la película en una fecha como 31 de Octubre, pues la historia perfectamente podría haberse circunscrito en otra época del año, pero es innegable que la idea de trasladarla a la noche de las brujas enfatiza el argumento del hombre del saco con el que el pequeño Tomie insiste a lo largo de toda la película. No es circunstancial sin embargo la descripción visual que Carpenter realiza de ese Haddonfield semi fantasmal, cuasi fantástico, solitario, quizás resultado del crimen de 1963, que se convierte en el caldo de cultivo idóneo para un criminal como el que se nos presenta.

Un criminal cuyas necesidades y motivaciones perfectamente podrían ser analizadas por cualquier psiquiatra, pero no por un cinéfilo que carece de una visión médica para realizar un diagnóstico apropiado del personaje, personaje que Loomis describe como el mal en estado puro, y quizás no haga falta ningún tipo de argumento médico para señalar la psicología interna de Myers: Simplemente es malvado, no tiene un motivo, es así, y no hay más vueltas que darle.

Sea como sea, Michael Myers se ha convertido en la definición perfecta de lo que significa el mal, y podríamos teorizar acerca de ello durante interminables mesas redondas e interminables charlas que no nos pondrían de acuerdo, en lo que si estaríamos de acuerdo todos sería en que Carpenter construyó uno de los pilares fundamentales del género, una película digna de recuperar cada x tiempo, y si es en una noche como la de hoy mejor que mejor, porque no hay película más apropiada para Halloween, que la propia La Noche de Halloween. Feliz día de las brujas y demás criaturas nocturnas.



Javier Moreno

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